Uno de los juegos preferidos de Bob es ver cómo nos comemos, Mery y yo, una dulce banana. Podríamos haber comprado plátanos canarios para que el dinero se quede en España. Primero hay que apoyar a los nuestros pero los plátanos son más pequeños. Por cierto... ¿ De dónde proviene la banana?

Mery es más delicada y suave a la hora de comer. Le va dando pequeños lametones y , de vez en cuando , arranca algún cachito de la fruta . Tú eres más bruta , Marla. Prefieres dar mordiscos más grandes, llenarte bien la boca, sentir la materia , el alimento. Pecas de gula.  Ojalá ese fuera mi único pecado, estoy llena de taras, de remiendos , de cicatrices, de imperfecciones.

 Cuando hemos terminado la banana y solo queda su piel arrugada , miramos a Bob. Su polla ha empezado a cobrar vida. Benditos centímetros, alabado sea ese trozo de carne y sus albóndigas. Caldo de navidad, abundancia. Grasa de la buena.

Las pollas no tienen azúcar ni colesterol. Son buenas para la salud. La leche de Bob contiene omega tres, potasio y proteínas.

 " Ahora te toca a tí , pirata. Vamos a merendar doble. Somos golosas ,tenemos hambre. Con un plátano para las dos ,no nos basta. Somos de comer. La buena mesa y el buen vino"

 Podemos estar horas con la banana de nuestro macho alfa. No se gasta , no se acaba, siempre vuelve a crecer. Es un árbol que siempre se regenera. Un sable inmortal.

 A Mery no le gusta meter la lengua en el ojete de Bob. Aún está muy verde, necesita aprender. Un culo limpio no debería ser motivo de disgusto.

No importa. Nos repartimos las tareas. A mí me encanta jugar con  pelotas y explorar galaxias y agujeros negros. 

Chupa, Mery. Limpia, con profundidad  y tenacidad , el gran clavo que nos taladrará como a Jesucristo.

 

No sé si esto es un sueño , Bob.

Quizás Mery no existe.

Tal vez ,todo sea una fantasía.

Carol Bosch

ilustración: @svrojit