Paula me ha vuelto a mandar una sugerente fotografía.

Me espera , con una copa de vino, en su casa. Es tan zorra , sabe perfectamente como provocarme ,llevarme a su terreno.

Inefable Paula. Terrible mujer vestal. Lengua viperina. Su corte de pelo, bendita Cleopatra. Ella se bañaba en leche de burra. Eso dicen. Quizás sea un mito.

Mi coño da palmas. Aplausos a la belleza.

Ya mojaste las bragas , Carla.

No tienes remedio. Eres muy pero que muy sucia.

Cuando llego a su casa, la golfa huele a alcohol. No sólo bebió vino, sino que tomó , también , vodka con naranja. Y no se sirve los cubatas ligeros, precisamente.

Le encanta tragar. Cómo debe ser. Las mujeres excesivas que traspasan los límites suelen ser unas amazonas en la cama. Lo dan todo, se esfuerzan al máximo. Sus orgasmos son histéricos, neuróticos. Estallan como palomitas de maíz. Se retuercen como babosas.

Me mira con ojos de coneja. Me acerco a ella y le como el morro de cerda.

La tensión sexual podría cortarse con un cuchillo. Pero nosotras usaremos una tijera, Paula.

El arte de frotar que no se pierda nunca. En tu sofá, decadente y antiguo , vintage ,nuestros clítoris se buscan y chocan como dos coches de feria.

Para olvidarme de Dani , le cojo la cabeza y le indico en qué lugar ,del océano, se pescan los mejores mejillones.

Me corro un par de veces en su boca. Es una mujer de buena vida. Le gusta comer y beber .No retira la lengua cuando estallo. Se lo lleva todo a la boca, y lo saborea. Aficionada al zumo de mandarina y a las sopas de pescado.

Me pongo mi cinturón, dotado de un gran sable negro. Su bollo está demasiado mojado , resbala. Prefiero darle por detrás. Le abro el culo, separo sus nalgas , escupo en su ojete. Intento meter, con sutileza , un dedo.

Paula se gira y me dice que jamás la han sodomizado. Que no está segura.

Poco a poco, querida. Al principio duele. Luego la carne va adaptándose. Vuelve a la normalidad , es sólo un músculo .

Vaya vaya, Pau. Parecías insegura pero al final te metí toda esa tranca negra. Tus manos atadas en la espalda. Tus aullidos me ponían tan cachonda que podría haberte partido en dos.

Te prohibí correrte.

Relato : Carol Bosch   /Instagram: @carolborschot

Ilustración: @svrojit