Llevar a cabo diferentes actividades en la intimidad es una manera eficaz y divertida de fortalecer el vínculo, especialmente entre aquellos cónyuges que llevan mucho tiempo juntos y buscan alternativas ante el desgaste lógico que causa en la relación el paso del tiempo.

En este sentido, estamos en un momento en el que cada vez más parejas se animan a explorar a fondo su sexualidad, llevando a cabo diversas prácticas para tener una experiencia sumamente completa y enriquecedora.

Una tendencia que está creciendo a gran escala en todo el mundo, entre novios y esposos, es el bondage.

Conocida también como shibari, esta práctica no es para nada novedosa, puesto que se lleva a cabo en Japón desde hace miles de años. En ese entonces, era una técnica que estaba reservada pura y exclusivamente para las clases más pudientes de la sociedad nipona.

El auge de esta actividad en el último tiempo se debe, en gran parte, al éxito abrumador de “50 Sombras de Grey”, que despertó la curiosidad y el deseo de millones de parejas en todo el mundo por los juegos del bdsm

¿Qué es el bondage?, pues, básicamente, es una práctica sexual en la que una persona ata a la otra mediante nudos, hechos con cuerdas, corbatas, correas, cintas, o cualquier otro elemento con el que se pueda inmovilizar al otro.

Además, con el correr de los años, el shibari fue considerado como un arte erótico, con modelos profesionales que exhiben esta práctica en todo el mundo.

Volviendo pura y exclusivamente a lo sexual, el objetivo del bondage es el de dar placer a los dos. El que se deja amarrar, se entrega al otro para que le otorgue la máxima satisfacción posible.

El encargado o la encargada de atar a la persona tiene la responsabilidad de cumplir con las fantasías sexuales de aquel que se ha dejado sujetar por completo.

Quizás te parezca que el bondage es una práctica sexual idéntica al sadomasoquismo. Si bien tiene rasgos particulares -las ataduras, claro- la diferencia es abismal porque en el bondage no hay ningún tipo de dolor ni tortura.

Cómo hacer bondage

Lo primordial al momento de llevar a cabo el bondage con nuestra pareja es la confianza. Es una práctica que necesita de un consentimiento mutuo, puesto que, si no hay un disfrute para ambos, la experiencia será incompleta.

Por esta razón, suele ser una tendencia que crece entre aquellas parejas que llevan algunos años juntos, ya que tienen el conocimiento y la seguridad necesaria para experimentar una nueva actividad al momento de tener un encuentro íntimo.

Hay casos en los que sólo un integrante de la pareja quiere hacer esta práctica y presiona sobre su cónyuge. En estos casos, al no estar los dos cien por ciento seguros, seguramente el acto sexual será un fracaso.

En el bondage el placer se encuentra en la dominación de una persona y en la entrega de la otra. Quien va a estar atado se encuentra a plena disposición de su pareja para que cumpla con sus fantasías. Y el que amarra, tiene la “presión” de cumplir con las expectativas de su compañera o compañero de aventuras.

Es necesario, además, que las ataduras sean firmes. No al límite del dolor y la tortura, claro. Pero sí tienen que ser nudos seguros para que no se arruine el momento.

En este sentido, hay varios tipos de nudos que se pueden hacer al momento de llevar a cabo el bondage. Algunos muy simples, como el mariposa o el espiral, otros más complejos, como el esposas sin cabecero o el presilla.

Otra opción que las parejas utilizan, en menor medida, es directamente las esposas y, por eso, adquieren productos que emulan al artefacto de trabajo de la policía.

Para un mayor erotismo, la clave, al momento de diseñar las ataduras, es favorecer y resaltar los puntos más fuertes de la figura del cuerpo de aquella persona que se entregó por completo.

Cualquiera sea la elección de las ataduras, es imprescindible tener cuidado al momento de amarrar, puesto que, si uno de los dos sale lastimado, o sufre algún tipo de tortura, seguramente no lo pasará bien y puede que la experiencia no se vuelva a repetir.>

Por todas estas razones, la clave para que el bondage sea una gratísima experiencia sexual para ambos es la confianza, especialmente para la persona que se va a dejar atar.

Sobre todo, en el caso de los principiantes, esta es una práctica que se suele hacer en la cama, por una cuestión de comodidad y seguridad. El lecho tiene las características necesarias para atar brazos y piernas sin ningún tipo de problema.

Para los más experimentados, es muy común también llevar a cabo el bondage en una silla o directamente sobre el suelo.

En conclusión, para una gran experiencia, es primordial la confianza y el respeto en la pareja, además de tener cuidado al momento de sujetar a nuestro compañero o compañera para evitar dolores.

Recomendaciones del bondage

Si bien el bondage es una práctica sexual que no tiene grandes dificultades, es importante tomar ciertas precauciones cuando llega el momento de practicarlo.

Para los principiantes, es clave informarse previo a llevar a cabo el bondage. En este sentido, consultar blogs especializados o directamente a parejas que lo hayan experimentado pueden ser dos muy buenas opciones.

La gran mayoría de las parejas utilizan una palabra clave o una acción -dos golpes contra el respaldo de la cama, por ejemplo- para indicar que ya fue suficiente y dar por terminada la experiencia.

Debe hablarse también de acciones y poses concretas que se van a realizar durante el bondage para no hacer algo que a la otra persona le disguste. Este punto es clave para que la práctica sea exitosa.

En este sentido, para una experiencia sumamente completa, es vital ir cambiando las posiciones para que no se transforme en una práctica aburrida y monótona.

Ya lo hemos dicho, pero vale la pena repetirlo, mucho cuidado con las ataduras. Que sean nudos firmes, pero que no lastimen en absoluto a tu pareja.

En este punto, no es recomendable atar el cuello de la persona, debido a la fragilidad que tiene esta zona del cuerpo

En definitiva, el bondage es una práctica sexual sumamente recomendable para aquellas parejas curiosas que tienen deseos de experimentar nuevas conductas al momento de tener relaciones sexuales.