Bob desnudó a Marla , la ató de pies y manos a la silla, abierta de piernas. Las bragas en la boca de Marla. Cinta aislante, silencio.

Bob, amo y señor, se acercó a Marla. Le abrió la boca con los dedos , calibrando el espacio, calculando el diámetro bucal, observando el fondo de esa garganta que iba a ser fusilada con su enorme bazoca. Un potente cañón, un torpedo, un cohete aterrizando en las fauces de la luna.

" Cariño, abre bien la boca. Saca la lengua. Voy a introducirte un palito de madera para ver cómo anda esa garganta. Por la fiebre de tu cuerpo, diría que son anginas, Marla".

Bob le dijo que sólo era un pequeño palo de madera.

Cuando introdujo su pata de palo, colosal , henchida, empoderada, tan dura como subir el Everest, Marla se dio cuenta que había sido engañada. Miró a Bob con los ojos medio del revés , aturdida.

El palito se había convertido en un tronco , con sus venas y arterias , palpitando vida, savia lechosa deslizándose por la corteza.

Bob se entretuvo demasiado tiempo. El suficiente para que Marla acabara con la boca dislocada y su coño llorando, palpitando, deseando ser atendido. Su campanilla seguía a salvo después de ser amenazada por ese gigante de madera.

Bob ,todavía, no se había corrido. Ahora venía lo mejor, el plato fuerte. Torturar, de un modo perverso y dulce, a Marla, la cual , seguía atada de pies y manos en esa silla de madera tan familiar, de ese hotel tan cercano.

Bob se fue al baño y abrió la puerta.

" Ya podéis salir, la tengo a punto de caramelo. Marla hoy no tendrá su ración de orgasmos. Tal vez , ni se corra. "

Del baño salieron dos jovencitas, en tanga , sin sujetador. Una pelirroja con melena rizada, otra rubia con el pelo lacio, tan liso como una camisa recién planchada. Pecas del pecado.

Marla iba a contemplarlo todo sin poder , ni tan siquiera, rozarse con su mano.

Las invitadas, compinches de Bob, miraban ,traviesas y divertidas, a Marla, mientras sacaban brillo y aprendían el noble arte del sable.

Marla cerró los ojos.

Por sus ingles deslizaba el flujo de la vida.

Relato : Carol Bosch / Instagram : @carolborschot

Ilustración: @svrojit